EL YUAN AVANZA PESE A LAS PURGAS

La yuanización internacional avanza pese a las purgas: la diplomacia monetaria de Xi Jinping

Por Manuel Durán / Santiago de Chile

A pesar de la tregua comercial entre Washington y Pekín, la internacionalización del yuan continúa avanzando con paso firme. En 2025, la moneda china se consolida como un instrumento geoeconómico al servicio de la estrategia global de Xi Jinping: reducir la dependencia del dólar, tejer una red financiera paralela y fortalecer la autonomía de China frente al sistema dominado por Occidente. Pero este impulso convive con un clima de purgas políticas y financieras que pone en entredicho la estabilidad del liderazgo de Xi y la confianza internacional en su modelo.

El yuan gana terreno en silencio

Los datos son claros. Según un estudio reciente del Federal Reserve Board, la participación del yuan en las reservas mundiales se ha duplicado desde 2016, pasando del 1 % al 2,3 %. Aunque sigue muy por detrás del dólar (58 %) y del euro (20 %), la tendencia es ascendente. Más revelador aún es el crecimiento del uso del yuan en transacciones transfronterizas: en marzo de 2025 se alcanzó un récord histórico de pagos en renminbi, aprovechando la debilidad coyuntural del dólar y las tensiones comerciales entre las grandes potencias, según Reuters.

En paralelo, China ha reforzado la infraestructura que sostiene a su moneda. La red de bancos de compensación en yuanes se ha extendido a más de 30 plazas financieras del mundo; el sistema de pagos CIPS, diseñado como alternativa a SWIFT, ya conecta más de mil instituciones financieras; y las líneas de swap con bancos centrales aliados —desde Pakistán hasta Brasil— actúan como un cortafuegos monetario frente a sanciones o crisis de liquidez en dólares.

Más allá de los números, el yuan se está volviendo una herramienta de diplomacia económica. En los acuerdos bilaterales con países del Sur Global, la facturación y los préstamos en renminbi se presentan como alternativa “desdolarizada” y como símbolo de soberanía financiera. Es, en palabras de un analista del Diplomat, una forma de “poder blando monetario”.

Las motivaciones estratégicas de Pekín

El proyecto de Xi tiene raíces más profundas que una simple política monetaria. Se trata de una guerra geoeconómica de largo aliento. Al internacionalizar el yuan, China busca blindarse ante el uso del dólar como arma de coerción —desde las sanciones financieras a Rusia hasta el control del sistema SWIFT— y posicionarse como eje de un orden financiero multipolar.

El yuan, en esta lógica, no pretende destronar de inmediato al dólar, sino debilitar su monopolio. Beijing ofrece a sus socios comerciales una red alternativa: préstamos del Banco de Desarrollo de China en renminbi, comercio bilateral fuera del sistema bancario occidental y cobertura cambiaria a través de swaps. El mensaje implícito es claro: “China puede proveer financiamiento sin condiciones políticas”.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) es la columna vertebral de esta expansión. Los grandes proyectos de infraestructura se negocian cada vez más en yuanes, vinculando la moneda al cemento, los puertos y los ferrocarriles que tejen la nueva globalización china.

El límite del control

Sin embargo, el camino hacia la plena internacionalización del yuan está lleno de contradicciones. La moneda china sigue siendo parcialmente convertible; el tipo de cambio está gestionado y la cuenta de capital, restringida. Las purgas internas y la concentración de poder en torno a Xi refuerzan el control, pero minan la confianza externa.

El sector financiero, tradicionalmente dominado por tecnócratas pragmáticos, vive una ola de investigaciones y despidos. Desde 2023, decenas de altos ejecutivos bancarios y funcionarios del regulador financiero han sido detenidos bajo la bandera de la “lucha anticorrupción”. En paralelo, los militares han sido sometidos a una purga aún más severa, lo que demuestra que la prioridad del régimen es la lealtad política antes que la competencia técnica.

El Wall Street Journal y Le Monde coinciden en que Pekín está imponiendo una “camisa de fuerza ideológica” al sistema financiero. La consecuencia inmediata es la pérdida de autonomía y creatividad en la toma de decisiones. En el largo plazo, esto podría ralentizar las reformas necesarias para que el yuan sea una moneda global confiable.

La paradoja del poder de Xi

En términos geopolíticos, Xi Jinping enfrenta una paradoja: cuanto más consolida su poder interno, más frágil puede volverse el atractivo externo del yuan.
La centralización garantiza coherencia y capacidad de acción —una virtud en tiempos de competencia estratégica—, pero al mismo tiempo erosiona la percepción de estabilidad institucional y previsibilidad que buscan los inversores internacionales.

China puede, sin duda, seguir expandiendo el uso del yuan en el comercio con sus aliados políticos —particularmente en Asia, África y América Latina—, pero sin un grado mayor de apertura y confianza, su moneda seguirá siendo regionalmente influyente, pero globalmente limitada.

Continuidad de la tendencia

Pese a todo, el proceso no se detendrá. La internacionalización del yuan no depende de la simpatía de los mercados, sino de una estrategia de Estado a largo plazo. La diplomacia financiera china se nutre del mismo impulso que guía su expansión tecnológica, industrial y militar: la búsqueda de autonomía estratégica frente a Occidente.

El yuan, hoy, es menos una moneda libre que un instrumento de soberanía. Su éxito no se medirá en cuánto se utilice en Nueva York o Londres, sino en cuántos países decidan prescindir del dólar cuando comercien con Pekín.

Mientras tanto, las purgas internas seguirán generando ruido político. Pero el rumbo está trazado: China no busca liberalizar su sistema financiero, sino reemplazar gradualmente el andamiaje global que sostiene la hegemonía estadounidense. En esa partida, el yuan es el caballo de Troya de la nueva diplomacia imperial china.

Santiago de Chile, Noviembre 2025

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