Durante meses, buena parte del debate sobre la política exterior chilena se ha centrado en una obsesión: no dar señales equivocadas. No aparecer demasiado cerca de China, no coquetear con Rusia, no aplaudir a los BRICS. Porque claro, Chile debe ser un país serio, pro-Occidente, “alineado con los valores democráticos”, como repiten ciertos analistas con devoción casi religiosa. Pero ahora, cuando Chile ni siquiera ha osado acercarse demasiado a los BRICS —apenas como observador de lejos—, Trump igual amenaza con aplicarnos un arancel del 50% al cobre.
¿Entonces? ¿De qué sirvió tanta prudencia, tanta corrección, tanto temor a incomodar a Washington?

En el debate sobre política exterior, algunos sectores en Chile siguen anclados en un catecismo que ya no sirve: evitar todo foro con regímenes multipolaristas, alinearse con “Occidente”, cuidar la buena conducta ante los mercados y repetir que la OCDE es el camino, la verdad y la vida. Pero el mundo real les acaba de dar otra bofetada.
Donald Trump, posible próximo presidente de Estados Unidos, acaba de amenazar con aplicar un arancel del 50% a las importaciones de cobre. No a China. A todos. A quien sea que exporte, incluyendo a Chile, país que no sólo no pertenece a los BRICS, sino que ha hecho un esfuerzo explícito por no irritar a Washington ni a sus “aliados”.
Entonces, ¿qué aprendemos? Que portarse bien no te protege de nada.
El mito de la buena conducta
Chile ha sido durante décadas el alumno ejemplar del orden liberal internacional. Firmó cuanto tratado de libre comercio se le cruzó. Entró a la OCDE con honores. Se alineó con todas las causas que Occidente considera políticamente correctas. Y, más recientemente, ha tratado de navegar con cautela el ascenso de China, sin levantar la voz más de lo necesario, sin coquetear demasiado con los BRICS, sin hacer ruido.
Pero nada de eso nos ha blindado del garrote. Trump nos pone en la misma categoría que a los supuestos enemigos de EE.UU. Porque para él —y para muchos en el aparato de poder estadounidense— no hay aliados ni amigos: hay intereses y sumisión. Y Chile, por más que se arrodille diplomáticamente, no puede competir con eso.
Canadá ya lo vivió: el precedente que ignoramos

¿Querías evidencia? Miremos a Canadá. Miembro fundador de la OTAN. Socio histórico de EE.UU. Cultura común, fronteras abiertas, tratados firmados, valores compartidos. Y sin embargo, Trump lo humilló públicamente, lo acusó de traición comercial, y le impuso aranceles brutales al acero y aluminio. Sin perjuicio de burlarse y bromear con convertir al Canadá en el Estado 51 bajo ocupación estadounidense.
¿Creen algunos en Chile que nosotros, desde el extremo austral del continente, con un PIB menor y sin peso militar, vamos a recibir mejor trato que Canadá? Es una fantasía peligrosa.
¿Y qué dicen los defensores de la “coherencia occidental”?

En vez de reaccionar con dignidad y sentido estratégico, muchos analistas y ex diplomáticos chilenos siguen predicando la necesidad de “alinearse con valores” y “no dar señales confusas”. Para ellos, participar como observador en una cumbre de los BRICS es poco menos que una traición a la democracia. Les preocupa más quedar mal con Bruselas que proteger los intereses de nuestra principal exportación nacional.
Pero esos mismos cruzados del orden liberal guardan silencio cuando Estados Unidos nos amenaza directamente. No dicen nada sobre los aranceles, ni sobre la agresividad comercial, ni sobre la total falta de reciprocidad en el trato. ¿Dónde quedó la tan defendida “coherencia”?
Chile necesita autonomía real, no obediencia moral

El problema no es que Chile no esté en los BRICS. El problema es que sigue creyendo que evitar a los BRICS, a Irán, a Rusia o a China —como si fueran contagiosos— nos dará inmunidad en un sistema internacional que ya no funciona por simpatías ideológicas.
El mundo está regido por el interés nacional crudo. Por la multipolaridad. Por la competencia. Y el que no se planta, no negocia. El que no diversifica sus alianzas, se vuelve rehén. Y el que sigue pidiendo permiso, termina ignorado o castigado igual.
¿Y ahora qué?
Chile debe entender de una vez que ser alumno modelo del sistema occidental no garantiza ni protección ni respeto. Hay que tener presencia en todos los foros: BRICS, APEC, CELAC, lo que sea. Hay que cultivar relaciones con China e India con la misma intensidad que con EE.UU. o Europa. Y hay que dejar de pedir aprobación constante a los mismos de siempre.
Porque si no estamos en el BRICS y aún así nos amenazan, entonces el problema no es dónde estamos. Es que seguimos sin entender cómo funciona el poder.
Santiago de Chile, Julio 2025
