Trump presenta una nueva clase de acorazado que llevará su nombre.

SANTIAGO DE CHILE, DICIEMBRE DEL 25

Trump impulsa una nueva clase de buques de guerra con su nombre

El presidente Donald Trump anunció este lunes que supervisará personalmente el desarrollo de una nueva clase de buques de guerra de la Marina de Estados Unidos que llevará su nombre.

La iniciativa fue presentada como un intento de reactivar la estancada industria naval del país, aunque también supone una ruptura con las tradiciones históricas de la Armada e introduce la política presidencial desde el origen del programa.

El anuncio se suma a una serie de decisiones recientes de Trump para rebautizar instituciones con su nombre, entre ellas el Instituto Estadounidense de la Paz y el Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas.


Una “Flota Dorada” y armamento de última generación

Desde su residencia de Mar-a-Lago, en Florida, y acompañado por el secretario de Estado Marco Rubio, el secretario de Defensa Pete Hegseth y el secretario de la Marina John Phelan, Trump aseguró que los nuevos buques estarán equipados con “las armas y misiles del más alto nivel”, incluyendo sistemas hipersónicos, cañones electromagnéticos y armas láser.

El primer navío se llamará USS Defiant y será el emblema de una ambiciosa “Flota Dorada” destinada a reforzar la supremacía naval estadounidense. “La Marina de los Estados Unidos dirigirá el diseño de estos barcos junto conmigo, porque soy una persona muy estética”, afirmó el presidente.


Un buque más grande que los destructores actuales

En un comunicado posterior, la Marina describió al nuevo navío como “el combatiente de superficie más letal jamás construido”. Según los planes preliminares, triplicará el tamaño de un destructor de la clase Arleigh Burke, que mide unos 153 metros de eslora y desplaza cerca de 9.000 toneladas.

Aun así, el buque sería más pequeño que los portaavones y los buques de asalto anfibio actualmente en servicio, tradicionalmente utilizados para el despliegue de fuerzas de infantería de marina.


El símbolo que desató la polémica

El logotipo presentado para la nueva clase de buques generó controversia adicional. La imagen muestra a Trump con el puño en alto en los instantes posteriores al intento de asesinato sufrido en julio de 2024, incorporando un fuerte componente simbólico y político al programa naval.


Una ruptura con la tradición naval

La denominada clase Trump, revelada inicialmente por The Wall Street Journal, desafía una tradición largamente respetada —aunque no siempre de forma estricta— por la Marina estadounidense: los portaaviones suelen llevar nombres de presidentes, mientras que los acorazados reciben nombres de estados.

Actualmente, casi todos los portaaviones en servicio llevan el nombre de expresidentes, como el USS Gerald R. Ford o el USS John F. Kennedy, y se proyectan otros como el USS Bill Clinton y el USS George W. Bush. Por norma general, la clase toma el nombre del primer buque construido.


El regreso de un tipo de buque considerado obsoleto

Estados Unidos dependió fuertemente de los acorazados durante la Segunda Guerra Mundial, pero estos quedaron obsoletos con la evolución de la aviación naval y los misiles de largo alcance. El último acorazado en servicio activo fue el USS Missouri, dado de baja en 1992 y hoy convertido en museo en Pearl Harbor.

Phelan añadió que el nuevo buque pasaría a integrar el arsenal nuclear estadounidense, con capacidad para portar misiles de crucero nucleares, un sistema aprobado durante el primer mandato de Trump, cancelado bajo la administración Biden y reactivado por el Congreso en 2024.


Dudas estratégicas y costos millonarios

Para varios expertos, la viabilidad del proyecto es altamente cuestionable. Mark Cancian, asesor principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), advirtió que el gran tamaño del buque lo haría vulnerable en un entorno dominado por drones, misiles de precisión y sensores avanzados.

“Se va a escribir mucho sobre este barco, pero nunca va a zarpar”, afirmó Cancian. Según sus cálculos, desarrollar un buque de estas características tomaría al menos entre cuatro y seis años.

En términos de costos, mientras un destructor actual cuesta cerca de 2.800 millones de dólares, cada buque de la clase Trump podría alcanzar un valor de entre 10.000 y 12.000 millones de dólares.


Críticas por la personalización del poder

Las objeciones no se limitaron al plano militar. Thomas Oppel, exjefe de gabinete del secretario de la Marina Ray Mabus durante la administración Obama, calificó la iniciativa como “divertida, si no fuera tan triste”.

Oppel recordó que cuando en 2016 se bautizó una clase de buques petroleros con el nombre del congresista John Lewis, la medida generó una fuerte reacción republicana en defensa de las convenciones históricas. “Hoy vemos un cambio completo de criterio”, señaló.

Para Oppel, el trasfondo es claro: “Lo que Trump quiere es que todo gire en torno a él. Y eso es muy típico”.


COMENTARIO DE LA REDACCIÓN

Más allá del impacto mediático, el anuncio de una supuesta clase Trump de acorazados revela menos sobre una revolución naval y más sobre una concepción personalista del poder. En términos estratégicos, el proyecto choca con dos realidades difíciles de eludir: la vulnerabilidad creciente de las grandes plataformas navales en un entorno saturado de misiles, drones y sensores, y la crisis estructural de la industria naval estadounidense, incapaz hoy de cumplir plazos y costos incluso con programas mucho más modestos.

La idea de resucitar un “acorazado” —aunque se lo disfrace de plataforma futurista con armas hipersónicas y láseres— parece más anclada en la simbología del poder que en la doctrina naval contemporánea, que privilegia la dispersión, la resiliencia y la redundancia frente a la concentración de capacidades. En ese sentido, el riesgo no es solo presupuestario, sino doctrinario.

Pero el elemento más disruptivo no es técnico, sino político. Nombrar una clase de buques en honor a un presidente en ejercicio rompe una tradición que, con todas sus imperfecciones, buscaba separar el instrumento militar de la vanidad del poder civil. Convertir un programa de defensa en una extensión de la marca presidencial erosiona la neutralidad institucional de las Fuerzas Armadas y refuerza una lógica de personalización del Estado que trasciende lo anecdótico.

Si la clase Trump llega alguna vez a existir, será menos recordada por haber cambiado el equilibrio naval global que por haber marcado un punto de inflexión en la relación entre poder político, simbolismo y defensa. Y eso, para una marina profesional, no es un legado menor.

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