El proyecto más ambicioso de cooperación militar euronipona en décadas avanza bajo presión. Se trata del Global Combat Air Programme (GCAP), un esfuerzo conjunto entre Reino Unido, Japón e Italia para desarrollar un caza furtivo de sexta generación. Sin embargo, el programa, que promete romper con la dependencia tecnológica de Estados Unidos, ya enfrenta presiones directas desde Washington… y advertencias discretas pero inquietantes desde Tel Aviv.
Un triángulo militar autónomo

Presentado oficialmente en diciembre de 2022, el GCAP unió los destinos del caza británico Tempest y el japonés F-X bajo un mismo diseño y comando compartido. La alianza no sólo tiene proyección industrial (con BAE Systems, Leonardo y Mitsubishi Heavy Industries al frente), sino también política: representa un manifiesto por la autonomía estratégica en un contexto de reconfiguración del orden global.
La primera unidad de combate está proyectada para 2035, pero el cronograma es ajustado: se espera que el demostrador de vuelo esté operativo en 2027. Cada país liderará el programa en forma rotativa, siendo actualmente el Reino Unido quien lleva el timón.
Estados Unidos: el socio celoso
Washington observa con recelo. El GCAP compite directamente con el F-35 Lightning II, el avión furtivo estadounidense que domina el mercado occidental. Japón ya ha invertido miles de millones en adquirir F-35, pero la posibilidad de desarrollar su propio caza reduce la dependencia de componentes y licencias norteamericanas.

“La Casa Blanca ve esto como una pérdida de control sobre un aliado clave del Indo-Pacífico”, señala un analista citado por Defense News. A puertas cerradas, el Pentágono ha manifestado su preocupación por la “interoperabilidad” de sistemas que no pasen por el filtro tecnológico estadounidense. La presión va desde lo técnico hasta lo diplomático: informes recientes apuntan a intentos de condicionar otros acuerdos bilaterales en defensa si Japón no desacelera su impulso con GCAP.
Tel Aviv levanta una ceja
El Mossad, por su parte, habría advertido al gobierno japonés de los “riesgos estratégicos” si Arabia Saudita se integrara al programa, según fuentes recogidas por Intelligence Online. La inclusión saudí —por ahora sólo rumor— reconfiguraría el balance de poder regional y generaría una reacción en cadena en el Golfo Pérsico. Para Israel, la superioridad aérea no es un lujo, sino un principio de supervivencia. Un caza de sexta generación en manos saudíes cambiaría las reglas del juego.
Retos industriales y señales de autonomía

No todo son tensiones externas. Internamente, el programa también enfrenta dificultades: Italia y Reino Unido han sido criticados por moverse con lentitud, lo que podría comprometer el calendario. Mientras tanto, Japón comienza a preparar una alternativa: adquirir más unidades del F-35 si el GCAP se retrasa más allá de 2035.
Sin embargo, hay señales claras de avance. BAE Systems ya está probando componentes electrónicos avanzados, y se especula que el caza integrará drones de combate autónomos como acompañantes (llamados «loyal wingmen»). Reino Unido explora esta opción, mientras Italia aún no se suma a esa conversación.
¿Un caza para un mundo multipolar?

GCAP no es solo un avión. Es una declaración de principios en medio de una guerra fría tecnológica donde la supremacía aérea se entrelaza con la autonomía nacional. Mientras EE.UU. se resiste a perder influencia sobre sus aliados, y mientras Israel calibra su seguridad regional, el trinomio británico-japonés-italiano avanza a velocidad crucero hacia una nueva era de combate… y de alianzas.
¿Quién será el próximo en subirse a este avión invisible? ¿Arabia Saudita, India, Australia? La respuesta podría sacudir no solo los cielos, sino el tablero entero.
Santiago de Chile 16 de junio de 2025
