El derecho de los pueblos a la soberanía nuclear es una cuestión compleja que atraviesa dimensiones legales, políticas, estratégicas y éticas en el sistema internacional. Fundamentado en el principio de soberanía nacional y el derecho a la autodeterminación, este derecho sostiene que todo Estado debe poder decidir libremente sobre el desarrollo y uso de la energía nuclear, ya sea para fines pacíficos o de defensa, sin estar sometido a presiones externas o exclusiones arbitrarias.
Contexto histórico y geopolítico
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el monopolio inicial de las armas nucleares por parte de Estados Unidos generó un desequilibrio estratégico mundial. Posteriormente, la Unión Soviética, Reino Unido, Francia y China desarrollaron sus propios arsenales, estableciendo el llamado “club nuclear”. La proliferación nuclear se convirtió así en un factor clave de poder, con implicaciones directas sobre la seguridad internacional y la estabilidad global.

Sin embargo, otros países, a pesar de tener capacidades científicas y tecnológicas, se han visto restringidos o sancionados por intentar desarrollar programas nucleares. Irán, Corea del Norte y Sudáfrica, por ejemplo, ilustran distintos casos en los que la comunidad internacional ha respondido con presiones diplomáticas, sanciones o acuerdos que condicionan su desarrollo nuclear. Esto ha abierto un debate sobre la justicia y la equidad del régimen global, en particular sobre el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP).
El Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y sus críticas
El TNP, firmado en 1968 y vigente hasta hoy, es el principal marco legal internacional para el control de armas nucleares. Este tratado reconoce cinco Estados con armas nucleares: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China, quienes se comprometen a avanzar hacia el desarme nuclear. Al mismo tiempo, obliga a los demás Estados firmantes a renunciar a la posesión de armas nucleares y a promover el uso pacífico de la energía nuclear.
No obstante, el TNP ha sido objeto de críticas porque crea una jerarquía entre “Estados nucleares” y “Estados no nucleares”, o mejor dicho, países de primera y de segunda categoría. Para muchos países, esto reproduce un sistema de privilegios que vulnera el principio de igualdad soberana y el derecho a la autodeterminación. Se argumenta que el régimen actual mantiene un statu quo en el que las potencias nucleares conservan su arsenal mientras restringen a otros el acceso a dicha tecnología, limitando así su soberanía y su capacidad de defensa legítima.
Soberanía nuclear y justicia global

El derecho de los pueblos a la soberanía nuclear se conecta también con la idea de justicia global y equilibrio estratégico. Para países que enfrentan amenazas directas, ya sea de agresión militar o presión geopolítica, desarrollar capacidades nucleares puede ser visto como un elemento de disuasión legítima y de garantía de seguridad nacional. Así, la soberanía nuclear es parte integral de la soberanía estatal y la protección de su integridad territorial.
En la actualidad, con la emergencia de un sistema internacional multipolar, donde potencias como India, Pakistán y Corea del Norte ya poseen armas nucleares, y con el avance tecnológico que facilita el desarrollo nuclear, el debate sobre la soberanía nuclear es más vigente que nunca. Algunos analistas sugieren la necesidad de revisar los mecanismos internacionales para reconocer la legitimidad de un acceso más equitativo a la tecnología nuclear, siempre bajo un control y regulación que prevenga la proliferación descontrolada.
Elemento Jurídico y Político

En definitiva, el derecho de los pueblos a la soberanía nuclear no es solo una cuestión técnica, sino un elemento político y jurídico que interpela la arquitectura global del poder y la justicia. Garantizar este derecho implica avanzar hacia un sistema internacional que reconozca la igualdad soberana, permita el desarrollo tecnológico pacífico y defina con claridad los límites para el uso legítimo de la energía nuclear, en un contexto donde la seguridad y la estabilidad global sean prioridades compartidas.
El derecho de los pueblos a la soberanía nuclear: ¿justicia o doble rasero?

Mientras el mundo se tambalea entre crisis y amenazas, la soberanía nuclear se ha convertido en un terreno minado de hipocresía, intereses y juegos de poder. El ataque israelí a instalaciones nucleares en Irán, respaldado por la acción —o la omisión cómplice— de Estados Unidos, revela con crudeza un sistema internacional donde la justicia brilla por su ausencia y la soberanía de los pueblos es pisoteada sin disimulo.
Irán, con su programa nuclear estrictamente supervisado y declarado como pacífico, se ha convertido en la pieza incómoda para un tablero geopolítico dominado por las potencias occidentales y sus aliados. Sin embargo, cuando Israel —que nunca firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear y posee un arsenal nuclear no declarado— lanza ataques selectivos, con el guiño silencioso de Washington, se confirma que el derecho soberano de los pueblos a decidir sobre su destino nuclear es una ilusión para muchos y un privilegio para unos pocos.
Este doble rasero desnuda la profunda desigualdad del régimen global nuclear. Mientras Israel mantiene un arsenal opaco, alrededor de noventa cabezas nucleares según estimaciones del SIPRI de Estocolmo, y Estados Unidos defiende sus intereses estratégicos, otros países son sancionados, aislados o atacados si intentan desarrollar su tecnología nuclear, incluso para fines pacíficos. La soberanía nuclear, lejos de ser un derecho universal, se convierte en un arma de exclusión, sometimiento y dominio.
La operación militar en Irán no es solo un acto de agresión contra un Estado soberano; es un mensaje claro para el mundo: solo unos pocos tienen el derecho legítimo de poseer armas nucleares y controlar la agenda global, mientras que el resto debe arrodillarse o enfrentar consecuencias.
Frente a esta realidad, el derecho de los pueblos a la soberanía nuclear emerge como una reivindicación imprescindible, no solo para proteger la seguridad nacional, sino para exigir un orden mundial más justo, donde la igualdad soberana no sea una palabra vacía. La historia reciente demuestra que el monopolio nuclear no garantiza la paz, sino que alimenta tensiones, resentimientos y conflictos.
En un mundo multipolar que se abre paso a fuerza de resistencias y nuevos equilibrios, es urgente cuestionar el statu quo y exigir que la soberanía nuclear sea reconocida como un derecho legítimo, accesible a todos los pueblos, con transparencia, regulación y respeto mutuo.
Solo así, quizá, la energía nuclear podrá dejar de ser un privilegio de unos pocos y convertirse en un verdadero pilar para el bienestar de los pueblos, la seguridad global y la justicia internacional.
Desde Poder Geopolítico seguiremos informando, con rigor y sin concesiones.
La historia se está escribiendo. Y no con tinta.
MANUEL DURÁN
Santiago de Chile, junio 2025
